Obatalá, el orixá de la pureza y la sabiduría, descendió a la tierra en una noche estrellada. Observó la humanidad con tristeza por su discordia y egoísmo. Decidió ayudar, creando la arcilla y moldeando figuras a su imagen. Sopló vida en ellas y así nacieron los humanos.


Obatalá les enseñó a amar, respetar y cuidar la naturaleza. Guió a los hombres hacia la paz y la armonía. Pero los celos de otros orixás despertaron, sembrando discordia y envidia. Decidieron desafiar a Obatalá.


El orixá del trueno, Shangó, retó a Obatalá a una prueba de fuerza. Pero Obatalá, en su sabiduría, propuso un desafío de paz y conciliación. Juntos plantaron un árbol gigante que representaba la unión y la cooperación entre los orixás.


Obatalá demostró que la verdadera fortaleza reside en la compasión y la unidad. Los orixás aprendieron la lección y la humanidad prosperó bajo su guía amorosa. Desde entonces, Obatalá es venerado como el guardián de la armonía y la pureza en el corazón de todos los seres.